Estos días oigo hablar mucho de libertad de expresión y, como yo sí creo que es algo que aún no hemos perdido del todo, me apetece repasar algunas posibilidades.
Siempre se ha dicho que, para ser libre, primero hay que ser responsable. Y añado yo: para ser responsable, primero es preciso respetar aquello que son las bases de nuestra sociedad. Por ejemplo:
- Respeto a los acuerdos que has hecho por pertenecer a un sistema, sea tu familia, tu empresa, o tu país.
- Respeto al resto de sus miembros, recordando que eres libre de salir de ese sistema cuando quieras.
- Respeto al silencio, cuando lo que vayas a decir invadiría mi espacio o mi integridad física o moral.
- Respeto a quienes vinieron antes que tú, aunque no siempre estés de acuerdo con ellos.
- Respeto a los derechos de otros, también al mío de irme si me intentas imponer tu verdad.
- Respeto a las verdades de otros, porque realmente no existe una sola, aunque fastidie reconocerlo.
- Respeto a mis decisiones, aunque a veces no las comprendas.
- Respeto a tu palabra: que, si te has comprometido a hacer algo, lo hagas.
- Respeto a mi trabajo: si no cumples tu parte, quizás estás boicoteando la mía.
- Respeto a tus propios valores, para mantener la coherencia.
- Respeto a la libertad del otro, porque si no, lo tuyo ya no se llama libertad.
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